“Cuando pienso en la Feria de Abril, pienso en alegría, vida y hermandad. Es una fiesta acogedora y ‘humilde’ que nos acerca a una de las culturas más interesantes de España. Y pongo comillas en ese adjetivo porque con lo poco que se tiene, las celebraciones siempre se llevan al extremo en el sur. La versión catalana, ¿les hace justicia?” (Paula Gómez).
El Fórum de Barcelona acogió su 48 edición de esta celebración, y después de años sin pisarla, decidí darle una oportunidad. Como hija de andaluces nacida en Cataluña que se ha criado rodeada de ellos y de sus tradiciones, he visto muchas ferias. Las he visto en su mejor momento, cuando la economía iba bien y la gente acudía despreocupada; y las he visto en su peor momento, con casetas municipales casi vacías y las casetas de hermandades o peñas para apagar y recoger todo, algo muy inusual.
Mis expectativas este año no eran demasiado altas desde un principio. No me esperaba una feria al nivel de la de Sevilla, donde -en parte gracias al turismo de millones que genera– crea mucha expectativa y espectáculo, dejando el listón muy alto. Lo que no esperaba ver, era algo tan soso que ni las propias personas originarias de Andalucía pudieran salvar la situación.
Las tradiciones estaban ahí, técnicamente. Los rebujitos no faltaron, pero para muchos, fueron la principal atracción. Mientras paseaba por lo que a mi parecer era un botellón rodeado de unas cuantas casetas, escuché cómo uno de los visitantes confirmaba lo que me temía: “Menos mal que hemos venido por el alcohol“. Y por un momento, lo comprendí.
Mientras que la puesta en escena de las personas que tomaron los escenarios no estuvo mal, el ambiente simplemente era triste, la respuesta no era recíproca. “Es bonita, la gente de las entidades la vive como propia, pero le falta el alma de cualquier feria andaluza“, comentaba una de las visitantes, de origen jienense.
Esta primaveral feria tendrá mujeres vestidas de flamencas, puestos de churros y de sorteos, comida tradicional y sevillanas de fondo, de vez en cuando. Pero no reconozco el alma de esta cultura, que es lo más característico de esta celebración. Será la falta de salero, el lugar, el clima. Quién sabe.
Si algo tengo claro es que tendría que haber escuchado a mi “yo” de hace 10 años, la que vio el panorama entonces y no quiso volver. La intención está ahí, y espero que la calidad mejore con los años. Porque, mientras, para vivir la Feria de Abril siempre habrá que ir al Sur.