Rastas que son más que rastas

Juan Francisco Jimenez Jacinto Juan Francisco Jimenez Jacinto

En 1966, Ras Tafari – emperador Tafari en amárico- Haile Selassie emperador de Etiopía aterrizaba en el aeropuerto de Palisadoes en Jamaica en medio de una gran expectación. Paralela a la llegada del emperador dicen que llegó la ansiada lluvia que necesitaba Jamaica confirmando para muchos las profecías de Marcus Garvey «mirad a África cuando un rey negro sea coronado, porque esa es señal que el día de la liberación está cerca». Este acto histórico supuso el impulso definitivo del complejo movimiento rastafari, el resto ya es historia, dejando un legado cultural y estético imborrable.

Esta semana Alberto Rodríguez – nuevo diputado por Santa Cruz de Tenerife en el Congreso de diputados – generó un terremoto al aterrizar con rastas al Congreso. Más allá de una afinidad instintiva y estética no creo que Alberto tenga vinculación emocional con la monarquía salomónica, ni que se sienta atraído por la teología del Jah, ni que sea un lector asiduo de los salmos. Aunque a lo mejor con Alberto me esté equivocando de pe a pa, el hecho es que en España el rastafarismo no va más allá de cierta música y escenografía marijuanera.

Amigo de los movimientos autogestionarios, antisistema y asambleario para Alberto las rastas tienen un significado más allá de la estética: romper con los gemelos, la corbata y la americana. Decía el otro día “la mayoría de recortes que hemos vivido los han hecho gente con traje”. Cuando vemos rastas pensamos en alternativa, minorías y cierto idealismo, y desde luego no vemos ni casta, ni caspa. El mensaje es claro “somos nuevos y diferentes” y busca marcar dos formas de hacer política la nueva “con rastas” frente a la vieja “con corbata”.

No es ni la primera, ni la última vez que la vestimenta reivindica la entrada del “verdadero pueblo” al parlamento o una idea política. Desde los sans-culottes en la revolución francesa frente a los culottes artistocráticos, pasando por las americanas paneras y cuellos largos socialistas, frente al lino y terciopelo, hasta la reciente estética de rock-star de Varoufakis. En Francia los aristocratas vistieron más tarde sans-culottes y en España los socialistas empezaron a ir al sastre. Es probable que a Alberto lo vayamos pasar por el barbero. Y es que las modas cambian, pero las ideas perduran. No obstante, para bien o para mal, y sin que Haile Selassie tenga nada que ver, en España llegan nuevos vientos. Y como W.Ward dijo “El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.”

Juan Francisco Jimenez Jacinto

Es profesor de Periodismo en la Universitat Abat Oliba CEU