Miradas distraídas divisan todos los días una peculiar edificación a través de una ventana de la Universidad Abat Oliba (UAO). Quizás por el simple hecho de ver qué tiempo hace. O por aburrimiento tal vez. Sin embargo, escasas miradas curiosas anhelan ir más allá de la mera exposición e ignorante experiencia visual de la torre alzada al otro lado del vidrio: la Torre Bellesguard.
Esta es una de las primeras obras del arquitecto más emblemático de Barcelona reconocido por todo el mundo, Antoni Gaudí. Situada en la majestuosa finca colindante a la universidad catalana UAO en la zona alta del barrio de Sant Gervasi, fue edificada cuidadosamente entre 1900 y 1909. Precisamente un laborioso proceso de selección de las piedras durante 2 meses dio paso a una fachada neogótica única que cambia de tonalidad según el tiempo.

Nada de esto hubiera sido posible sin Jaume Figueras, amigo de Gaudí, quien le encargó la construcción. De hecho, el nombre original es ‘Casa Figueras‘, pero por desgracia Figueras nunca la vio acabada porque murió antes de que se finalizara. Así que la obra quedó al mando de su mujer, María Figueras. Debido a que maestro y viuda no acabaron de congeniar, la mano derecha de Gaudí, Domènech Sugrañes, la finalizó por él.
Bellesguard, que significa bella vista en catalán antiguo, se edificó a partir de 2 torres medievales en ruinas que pertenecieron al castillo del último rey de la corona aragonesa, Martín I “el Humano” (1356-1410), quien residió allí en sus últimos años de vida.
Simbologías
Si existen 2 palabras que caracterizan a Gaudí—aparte de genio y arquitecto—, son religioso y catalanista. Y estos rasgos se ven plasmados en varios rincones de su obra. La misma torre que sobresale consta de 3 elementos cargados de simbología que confirman la personalidad de Gaudí: la cruz, la corona y la bandera catalana.
Los 4 brazos de la cruz hacen alusión a su firme creencia en que la fe del mundo debería apuntar hacia los 4 puntos cardinales (norte, sur, este y oeste). Por su parte, la corona simboliza el Rey Martín I y la bandera de la base es La Senyera, símbolo catalanista.

Por si fuera poco, coronas del revés, dragones escondidos, un chismoso balcón, una colorida estrella de Belén y un ojo desde las alturas con algo fascinante son algunas de las maravillosas creaciones de Gaudí en la Torre Bellesguard. Y todas ellas confirman que el genio nunca se dejó ningún detalle.

Fernando Arteaga, guía para quienes visiten este fascinante monumento, define la Torre Bellesguard como una de las obras más intimistas de Gaudí en la que el reusense se encuentra con él mismo. “Inicia un proceso de autoconocimiento en esta edificación. Se trata de la semilla que planta para luego hacer crecer otras obras que se convertirán en verdaderos iconos históricos de la Ciudad Condal“, confiesa Arteaga para AulaNews.
Épocas y usos
Después de ser la residencia del Rey Martín, en el siglo XVII las ruinas sirvieron de refugio al popular bandolero de la época: Joan de Serrallonga. Una vez capturado, ahorcado y descuartizado, expandieron sus huesos en los lugares donde había delinquido para sembrar el miedo en otros criminales. Cuenta la leyenda que hay un hueso enterrado en Bellesguard. Y el detallista Gaudí quiso rendirle un pequeño homenaje y le dedicó un picaporte en forma de fémur en la puerta de las caballerizas.

Durante la Guerra Civil Española, donde predominaban la pobreza y los problemas, se convirtió en orfanato, cuya calefacción se alimentaba con todo el mobiliario diseñado creativamente por Gaudí. Menos todo lo que contuviera hierro forjado, que es lo único que perdura hoy en día. Más tarde, durante los años 60 y 70 pasó a ser una clínica de maternidad.
Actualmente, desde que Catalana Occidente compró Bellesguard en 2018, el recinto ha acogido eventos de todo tipo: desde bodas y conciertos hasta asuntos corporativos y actividades de teambuilding pasando por talleres de pintura puntuales. Todo ello con el objetivo de promover, renovar y apoyar la cultura, tan esencial hoy y siempre. Se trata de un bien cultural nacional desde 1969 y está entre los candidatos para ser reconocido como Patrimonio de la Humanidad.


Resulta curioso divisar la universidad desde la cabeza de un dragón. O desde los ventanales de una sala de música de ladrillos rojos, o desde unas escaleras de apenas medio metro de ancho. Muchos miran, pero pocos ven. Se puede mirar una obra de Gaudí y fascinarse, pero para verla, se requieren explicaciones. Para entenderla, uno debe transportarse a la creativa mente pensante. Y es entonces cuando todo cobra sentido y se puede percibir la magia del lugar.
La Torre Bellesguard es, a día de hoy, fruto de múltiples investigaciones porque aun quedan curiosos secretos por desvelar. Y quién sabe si puede ser algún universitario vecino quien los descubra… Tan cerca y a la vez tan lejos se encuentran los estudiantes de la UAO de algo tan único y enriquecedor. ¿Qué hacer para que tantas miradas no pasen de largo? Hay infinitos lugares por descubrir ¿Qué tanto nos estamos perdiendo?