Opinión

Las palabras te controlan

La política está llena de eufemismos y trampas lingüísticas para manejar el pensamiento de los ciudadanos

Manipulación del lenguaje
Manipulación del lenguaje
Joan García Almeda Joan García Almeda

Escuché una vez al politólogo argentino Agustín Laje hablar de la importancia del lenguaje. Él argumentaba que el lenguaje configura nuestra manera de pensar ya que nosotros razonamos mediante palabras. Dicho esto, el conferencista insistía que, dada la importancia del lenguaje era vital cuidarlo, ya que si este cambiaba podía cambiar nuestra manera de pensar por completo. Aquel razonamiento me pareció brillante ya que jamás me había planteado esta cuestión. A raíz de esto, consideré que no son pocos los casos en los que los políticos han tenido que cambiar ciertos términos para que la sociedad compre por completo discursos o ideas que son verdaderos trampantojos.

Uno de los casos de manipulación del lenguaje más sonados en la política española es el de la famosa ‘desaceleración económica’. En 2008, durante la crisis provocada por la burbuja inmobiliaria, esta expresión se utilizó mucho. Y la realidad es que bajo esta locución se esconde una pretensión de calmar a la sociedad ante una posible recesión económica. De hecho, lo que hace creer a uno al escuchar este modismo, es que la solución ante la situación desfavorable, pasa por apretar un pedal.

El caso americano

Un ejemplo paradigmático de manipulación del lenguaje se dio en Estados Unidos durante el mandato del presidente George W. Bush. El líder político necesitaba que el Congreso le aprobara los presupuestos anuales, en los que el político pretendía una gran bajada de impuestos. El partido republicano utilizó el término “alivio fiscal” para, tal como explica George Lakoff en su obra “No pienses en un elefante”, dificultar a los demócratas a oponerse a la política fiscal del gobierno. Y eso fue una jugada maestra de los republicanos porque cualquiera puede estar en contra de unos presupuestos pero nadie quiere frustrar un alivio.

Hoy. por ejemplo, llamamos al aborto, “interrupción voluntaria del embarazo”; a matar a un enfermo, “muerte digna”; al que discrepa del relato oficial, “negacionista”; al de izquierdas, “comunista”; al de derechas, “facha”, y al disidente, crispador”. Al final, desde la política cada uno pretende usar las palabras que más le convienen para hacer que nuestras cabezas reaccionen como ellos pretenden. Por eso, nosotros debemos tener pensamiento crítico para saber discernir que se esconde detrás de cada palabra que, aparentemente, parecen inofensivas.

Joan García Almeda

Estudiante de Periodismo y Ciencias Políticas. He trabajado en radio. Actualmente jefe de sección de Religión de Aula News. Apasionado de la lectura, la música y los amigos.