Opinión

Excusas a gogó

Poner fin a los pretextos tiene los días contados con dosis adecuadas de actitud y compromiso

La encrucijada entre cambio y excusas se resuelve con decisión.
Elegir entre el camino del cambio o seguir perpetuando excusas depende de uno mismo/ Marta Jorge
Marta Jorge Marta Jorge

Hace demasiado tiempo que oigo esta frase en mi entorno cercano: “No tengo tiempo”. Son muchos los que se quejan de que les faltan horas en el día para escuchar un ‘podcast’, para ir a pasear, para hacer deporte o para leer un periódico. El listado es interminable cuando se trata de transformar excusas en hábitos. Francamente, cansa hasta rozar el tedio oír pretextos sin descanso. Todos sabemos que el trabajo es duro y las distracciones, infinitas. Porque humanos, somos todos. Pero parece que se olvida con demasiada frecuencia que cada uno tiene la potestad de elegir dónde invertir el más valioso de los recursos: su tiempo.

Llegados a este punto, la cantinela del victimismo cansa. Y aclaro que lo digo tanto desde el respeto como desde el cariño. Pero ha llegado el momento de decir basta. No quiero seguir escuchando quejas por la ausencia de unos resultados que nunca llegaron, sobre todo cuando el esfuerzo necesario para lograrlos nunca existió.

Así que esta es una buena oportunidad para hacer alusión a la archiconocida ley de Parkinson: “El trabajo se expande hasta que ocupa por completo el tiempo destinado para su realización”. Verdad como un templo. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el tiempo expandido debe descontarse del que se necesita para centrarse en otras tareas. Y ahí es justamente donde está el problema. Tener tiempo para estar al día de varias series, levantarse a las 10 h tras haber estado hasta las 2 de la mañana haciendo ‘scroll’ en Instagram o alegar falta de tiempo para hacer ejercicio equivale a no tener ni prioridades ni un ápice de ganas de cambiar de hábitos.

Excusas insustanciales

Aprovecho la ocasión para recordar a los desmemoriados que los días tienen siempre la misma cantidad de horas. Exactamente, 24. Y a los de las excusas insustanciales les traigo buenas noticias. Sí que es posible gestionar la jornada para hacer algo que aporte satisfacciones o beneficios más allá de ocupaciones ineludibles como pueden ser estudiar o trabajar. Pero, por supuesto, hace falta constancia y una buena dosis de consecuencia. Y, de paso, también un poco de planificación.

Levantarse temprano para salir a caminar escuchando la radio, hacer ejercicio o leer un libro pueden compatibilizarse con las rutinas de la jornada. Y no digo que querer sea poder, sin más. Pero tener la voluntad de cambiar algo nos acerca a ese objetivo, por lo menos infinitamente más que cruzarse de brazos o encastillarse en el comodín del ‘no tengo tiempo’. Los logros de los demás que muchos anhelan requieren renuncia y sacrificio. Y en eso me temo que ni hay trampa, ni hay cartón. Como casi todo en esta vida es una cuestión de actitud. Abraham Lincoln lo dijo alto y claro en su día. Es buen momento de recordar sus palabras, por lo menos para todos aquellos que decidan apostar por el camino del cambio: “El compromiso es lo que transforma una promesa en una realidad”.

Marta Jorge

Estudiante de Periodismo en la UAO CEU