Simulación

Una mirada bajo el casco

La faceta más personal de los militares a veces olvidada bajo el uniforme

La militar Sandra apuntando al objetivo
Sandra, del Ejército de Negro, en pleno combate en Pizarra. / AULANEWS
Bego Grau Puig Bego Grau Puig

“De pequeño quería ser futbolista”, reconoce mientras se echa el arma a la espalda y sonríe a su compañero. Con sus 24 años, la vida de Iván es muy diferente a lo que habría esperado de niño. Ahora, vestido de uniforme, se mueve, en vez de detrás la pelota, a la sombra de Fran, un año menor que él.

El emergente frente entre Blanco y Negro, agravado por el tráfico de drogas, los intereses petroleros en el Golfo de Rosas y un creciente conflicto étnico y fronterizo, ha llevado a ambos países al conflicto, y a Iván y a Fran a tener que ceñirse el casco antibalas. Ríen agazapados en una esquina mientras piensan en su vida. “¿Te da miedo la muerte?”. Se para en seco y levanta la vista. “Intento no pensar mucho en ello. Quiero vivir”, sonríe, “pero existen algunos riesgos”.

Sandra, de 21 años, espera en el edificio de enfrente la llegada de un prisionero. Le gusta el buceo, como a muchos de sus compañeros, y cuando vuelve a la costa, intenta aprovechar su tiempo libre bajo el agua. “¿Por qué te alistaste en el ejército?”. Sus ojos están vivos y corren de un lado a otro, pero aún tiene cara de niña. “Me gustaría entrar en la Guardia Civil de Negro, pero aún soy demasiado joven así que me apunté aquí”.

El prisionero nunca llega. Eric y ella hablan apoyados en la ventana sobre Letonia, su próximo destino. Parece una escena corriente: dos amigos discutiendo sobre cómo va a ser su próximo viaje, el clima, las actividades, su ilusión. Pero los uniformes, las armas y las balas en el suelo nos recuerdan la creciente guerra entre Blancos y Negros. El ruido de disparos hace que se incorporen y levanten los fusiles. ¿Acabarán ellos también en el fondo de una fosa?

Lo que parecía un juego del patio de primaria se ha hecho realidad, pero ahora estar muerto no es ninguna metáfora. La dinámica es prácticamente la misma, pero a grande escala. “Sólo seguimos órdenes”, reconocen mientras caminamos de vuelta a la base. No ha pasado tanto tiempo desde que jugaban al pilla-pilla con sus amigos, solo que ahora el recreo es real. Hay mucho que ganar, pero mucho más que perder.

Lo más probable es que Iván nunca vaya a ser futbolista. Aún tiene un sonrisa dulce e ingenua. Las balas no le ha robado la ilusión, la guerra no ha entristecido su mirada y el uniforme no lo ha hecho adulto, aún.

Bego Grau Puig

Soy una diplomática en proceso, estudiante de Periodismo, Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Me encanta debatir y la geopolítica. Curiosa y ambiciosa, tengo ganas de seguir visitando los rincones más escondidos del mundo.