Ser bético es más que apoyar a un equipo; es abrazar una forma de vida, una identidad forjada en los colores verde y blanco. Para Rubén -y muchos como él-, cada partido es una experiencia única que va más allá del deporte. Sin importar el nivel o la categoría. Es la ocasión para compartir cánticos y vivir momentos de pura adrenalina y emoción. La pasión que se siente en las gradas, la conexión con otros aficionados y el orgullo de ver a su equipo triunfar, reflejan el profundo amor y dedicación que define al verdadero hincha bético. Este reportaje sigue el día a día de Rubén, mostrando cómo el fútbol une corazones y traspasa fronteras.
El vibrante partido de vuelta en la eliminatoria por el ascenso a Primera RFEF entre el C.E. Europa y el Real Betis Deportivo fue el motivo perfecto de muchos béticos para volver a alentar y defender sus colores. Entre estos aficionados verdiblancos destaca Rubén Cabrera, residente en Sant Adrià de Besòs, que vivió una jornada emotiva, llena de ilusión, reencuentros y euforia.
Camino al Nou Sardenya
Era una mañana de domingo, el sol apenas había salido, pero el calor ya abrasaba apenas entrada la primera hora de la mañana. En Sant Adrià de Besòs, Rubén Cabrera, un ferviente seguidor del Real Betis, se despertó llenó de entusiasmo. Se preparó con la misma rutina que sigue cada vez que juega su equipo: vistió su camiseta verdiblanca, se aseguró de llevar su bufanda y, por supuesto, no olvidó la bandera del Betis que siempre lo acompaña.
A media mañana, Rubén salió de su casa y se dirigió al estadio del C.E. Europa, el Nou Sardenya. Durante el trayecto, su mente estaba ocupada en el posible desenlace del partido. “Hoy es un día decisivo”, decía mientras subía al metro. Y es que el Betis Deportivo, con la eliminatoria encarrilada tras el 2-0 de la ida en la Ciudad Deportiva Luis del Sol, estaba a tan solo una victoria de llegar a la ronda final del ascenso a la Primera RFEF, la tercera mejor división de España.
Momento de reencuentros
Al llegar a las inmediaciones del estadio, unos colores sobresalían de los demás. Todos los aficionados béticos estaban presentes en un bar, reunidos y conversando como si de familiares se trataran. Poco tiempo estuvo ahí, pues la multitud bética puso rumbo a la grada del Nou Sardenya.
Ahí, entre la multitud, Rubén se reencontró con Eric, un conocido suyo de Barcelona, que también es un apasionado bético. Ambos se conocen desde hace años, y han compartido algún desplazamiento juntos. Al verse y tras un cálido abrazo, Eric afirmó con una sonrisa que “no podía perderme este partido, nos jugamos mucho hoy”.
El regreso a casa fue un desfile de sonrisas. Rubén, todavía con la adrenalina del partido, comentó: “Ya estamos a un paso. Hemos sufrido, sobre todo en la primera parte, pero estamos cerca”. El adrianense además mostró sus ganas de repetir un momento como hoy, pues hay opciones de que los suyos se enfrenten en la ronda final a un equipo catalán. “Espero que salga un equipo de aquí, si puede ser el Sant Andreu, que Lleida queda muy lejos”. Algo que no ocurrirá, pues ambos conjuntos fueron eliminados el mismo domingo por la tarde.
Vuelta a la normalidad
En un día que quedará grabado en la memoria de Rubén y de todos los seguidores verdiblancos, el Betis no solo logró una victoria deportiva, sino que reafirmó la importancia de la pasión y el compromiso en el mundo del fútbol. La emoción y la entrega de cada uno de sus aficionados reflejaron la capacidad de este deporte para unir a personas de diferentes lugares y culturas bajo una misma bandera.
Así, Rubén Cabrera volvió a su rutina diaria, pero con el corazón lleno de orgullo y satisfacción. La pasión por el Betis crea vínculos, momentos inolvidables y conexiones que traspasan la distancia geográfica. En cada cántico, en cada abrazo compartido, se encuentra la esencia misma de lo que significa ser bético: una familia unida por el amor al club y la emoción de vivir cada partido como si fuera el último.