Astrid Daniela: del dolor, la delincuencia; del amor, el prójimo

Astrid Daniel // Foto por Javier Oliver
Javier Oliver Villalba Javier Oliver Villalba

Astrid Daniela, antes Daniel, es una travesti católica hija de la Colombia de Pablo Escobar, el mayor traficante de drogas de la historia. Su estrecha relación con el mundo del Cartel de Medellín marcó su vida. Su padre trabajó como jefe de cocina en el hotel más importante del narcotraficante colombiano y, ella, vivió en el barrio de Aranjuez, donde estaba la casa de los Priscos, la primera banda de sicarios de Escobar

El nacimiento de Astrid fue el motivo de la fractura absoluta de una familia. Por ello, los traumas que arrastra, y que son fruto de carencias afectivas de las cuales se culpaba por haber nacido, se deben a los riesgos emocionales por la falta de amor y afecto. El no haberse sentido querida durante la mayor parte de su vida le impulsó una carrera vital de drogadicción, prostitución y delincuencia. Arrastra de su pasado en Medellín 57 puñaladas y 3 disparos. Y hoy, con 51 años, agradece a Dios seguir con vida.

Colombia de Escobar

Astrid Daniela González nació en el barrio de Aranjuez, en Medellín (Colombia). Entonces, su madre tenía 12 años. El padre quería tener una hija. A su madre le repetía que si tenía un varón se largaría para no volver, pero que si era niña le compraría una casa. Astrid nació chico y su padre cumplió con su promesa. Ella entiende que la presión a la que estaba sometida su madre durante el embarazo para que naciese una chica hizo que “las palabras calasen en el feto. Ese fue el motivo de mi transexualidad”, afirma Astrid.

Cuando su padre se fue para no volver, su madre, que por aquel entonces trabajaba en un cabaré, se emparejó con un señor al que conoció trabajando. Cada vez que su madre y su padrastro “hacían cosas”, él le daba a Astrid dinero para que se comprase un helado, se lo comiera fuera de casa y pudieran estar tranquilos. Fue uno de esos días cuando la violaron con tal solo 5 años. Fue la primera vez de todas.

Vivía a pocos metros de la casa de los Priscos, la primera banda de sicarios de Pablo Escobar. Astrid recuerda: “Uno de sus integrantes me violó y para que no chillase, me besaba”. Ella interpretó que “el beso era motivo de embarazo” y se escapó. Cuando su madre la encontró la llevaron a un reformatorio. “Allí todos esos chicos, que eran drogadictos y ladrones, me violaban cada día. Todos”, explica. Vivió allí hasta que la trasladaron a otro reformatorio en el que entró con otra mentalidad y entonces empezó a coquetear con las drogas.

Pasado un tiempo su madre se suicidó. “Tras ese suceso mi mente se empezó a volver fuerte. Empecé a luchar y a buscar la vida fuera del reformatorio”, reconoce.

Dinero y conversión

Astrid Daniela ha llevado una vida muy complicada / Javier Oliver

La protagonista empezó la vida de la calle. Sin inmutarse. “Me convertí en una profesional. Me disfrazaba de prostituta y robaba joyas, relojes, carteras, pulseras… de todo. En realidad, en sí, nunca me prostituí, solo robaba”. Durante aquella época llegó a tener mucho dinero, cosa que hizo que pudiera convertir su sexo, transformarse definitivamente en mujer -hace 17 años- y potenciar su profesión.

Para ella estos actos tienen su explicación: “Tras mi conversión, que fue fruto del daño brutal que me causaron los hombres durante tanto tiempo, decidí ‘vengarme’. Entonces, robaba y manipulaba a todo el que se dejase. Las infinitas veces que me violaron tuvo como consecuencia esa respuesta”..

Siempre había querido saber quién era su padre y, gracias a todo el dinero acumulado, contrató a un detective privado porque sabía que, y no sabe si sigue siendo, “hija de alguien”. Así, tras cuatro años de búsqueda acabó encontrándolo. Ella recuerda muy bien su reacción: “Solo vi a un hombre malo. Sin ningún tipo de bondad. Un hombre vacío. Le miré de arriba abajo y le dije: ‘esta es la chica que tu querías.Tras esto, pude cerrar una herida que necesitaba sanar”.

Poco tiempo después, emigró a la fuerza. La policía del barrio sabía en qué andaba metida, pero se le daba tan bien que nunca la “pillaban”. Entonces, las autoridades la amenazaron. Me dijeron que  “cualquier día te encontraremos tirada en la calle con la boca llena de moscos”. Aquello provocó que tomase la decisión de venir a Europa en la década de los 90.

Europa, amor y respuesta

Astrid Daniela  en el altar de una capilla de Barcelona / Javier Oliver

Tras pasar por Italia llegó a Barcelona hace 3 años. Empezó a trabajar en los alrededores del Camp Nou.  Y al poco tiempo alguien le cambió la vida.

Un día se topó con Jordi Bosch, a quien ella reconoce como “su hermanito”. Él le da ese “amor y afecto verdadero” del que ha carecido durante todo este tiempo. Es cuando Astrid empieza a darse a los demás: “Solo puedes dar amor cuando lo recibes”. Por otra parte, su reafirmada fe cristiana consigue que el corazón de la protagonista sea bondadoso y se aleje de las tentaciones. Ahora con “la fuerza de Dios”, como afirma, ayuda a otras prostitutas para que “salgan de ese mundo”.

Astrid, que protagonizará un documental sobre su vida, asegura que tiene una misión en la vida: “Tengo que mostrar que Dios existe y que lo único que nos puede salvar es el amor, no el odio”. Y apunta sobre la felicidad: “Para mí es poder hablar contigo ahora con total libertad. No me siento discriminada y puedo ser quien soy. Creo que eso tiene que ser la felicidad. Tener la libertad para amar y ser amada”.

Esta afirmación, como todas las anteriores, las hizo Astrid un lunes de marzo en la Universitat Abat Oliba CEU. Llegó y su fue como es ella: con un paso elegante, femenino y valiente; vistiendo una chaqueta roja, un jersey blanco, unos vaqueros ajustados y unas botas negras de tacón; con pulseras y un colgante con una cruz; y con esas manos llenas de cicatrices y una cara que, sin mover los labios, sugiere mil historias

 

Javier Oliver Villalba

Un mallorquín en Barcelona. Futuro periodista y politólogo. Ganador de IX Premio Periodismo Alberta Giménez y XIV, XV Premio de Literatura Abat Oliba CEU. Busco el choque de las perspectivas y las realidades. Lejos que cualquier posición agradable, la contradicción nos abrirá las puertas de la verdad.