Mariona Ortiz SanzEn la actualidad, los periodistas en zonas de conflicto confrontan una variedad considerable de desafíos en el campo. Por ejemplo, la amenaza a su integridad física y la satisfacción de sus requerimientos básicos de subsistencia. Además de trabajar en medio de un contexto informativo sumamente complicado. Los corresponsales de guerra son el testimonio más fiable de lo que significa una guerra, más allá de los comunicados oficiales o las estadísticas de bajas.
Detrás de las líneas de titulares, hay periodistas valientes que se enfrentan a diario a desafíos extraordinarios para llevar la verdad desde una de las regiones más complejas del mundo. Con una trayectoria de más de una década como corresponsal y representante en Jerusalén y los territorios palestinos, Sara Gómez Armas, quien está cubriendo el conflicto en Ucrania para la agencia EFE, resalta la interrelación entre las redes sociales y la propaganda. Señala que esta tendencia se ha visto previamente en conflictos recientes como el de Siria. Destaca que tanto los soldados, los voluntarios como los ciudadanos en las áreas afectadas tienen acceso a teléfonos móviles para documentar a tiempo real. Reconoce que, aunque este testimonio puede ser valioso, resulta difícil para los periodistas verificar el contenido y la fuente al ritmo al que fluyen las imágenes.
El trabajo como corresponsal en una zona de conflicto no está exento de riesgos y sacrificios. Gómez ha enfrentado situaciones peligrosas, desde enfrentamientos violentos hasta restricciones a la libertad de prensa. “La seguridad es siempre una preocupación”, admite. “Pero creo que es fundamental estar presente en el terreno para entender verdaderamente lo que está sucediendo y transmitir esa comprensión al público”.
La vida de un corresponsal de guerra está marcada por la valentía, la determinación y la búsqueda incansable de la verdad en medio del caos. Sin embargo, detrás de las cámaras y los titulares, se esconde una realidad más sombría. El impacto profundo y duradero que la exposición a la violencia y el sufrimiento humano puede tener en la salud mental de estos intrépidos periodistas.
La salud mental de los corresponsales
En medio del estruendo de las balas y el caos de las zonas de conflicto, los corresponsales de guerra enfrentan desafíos únicos. Lidiar con el trauma, el estrés y la presión constante puede dejar huella para aquellos que arriesgan sus vidas para llevar la verdad desde la zona de combate. Es aquí donde entra en juego la figura del psicólogo especializado en atender a estos valientes narradores de la historia.
El psicólogo Gerard Martínez Diaz alienta a prestar atención a estos síntomas y a considerar la angustia como una reacción normal ante situaciones extremas, en lugar de interpretarla como un signo de debilidad. El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es una sombra silenciosa. Esto acecha a muchos corresponsales, manifestándose a través de flashbacks, pesadillas vívidas y una sensación de alerta.
Los corresponsales de guerra son testigos directos de la violencia, el sufrimiento humano y la destrucción. En un entorno donde la muerte y el peligro son constantes, mantener la estabilidad emocional puede ser una tarea abrumadora. “La resiliencia es crucial”, afirma el psicólogo Martínez Diaz.
La presión constante, el miedo al peligro y la exposición a la violencia pueden llevar a una lucha interna contra la depresión y la ansiedad. En última instancia, debemos recordar que los corresponsales de guerra son seres humanos con emociones y vulnerabilidades, y merecen ser tratados con compasión y respeto. Romper el estigma en torno a la salud mental en esta profesión es esencial para garantizar el bienestar de quienes arriesgan sus vidas para contar las historias que dan forma a nuestro mundo.
