OPINIÓN

En Sant Jordi, más que rosas y libros

¿Es lícito que la industria gastronómica también se haya apropiado de esta tradición?

productos de supermercado
Los supermercados aprovechan cualquier ocasión para vender. Fuente: Judit Guerrero
Judit Guerrero Andiñach Judit Guerrero Andiñach

Floristerías, librerías y… absolutamente cualquier negocio gastronómico. Sant Jordi ha llegado a las pastelerías, restaurantes y supermercados para quedarse. Pero no solo en esta ocasión: ¿Día de la croqueta? ¿Día del abrazo? Las marcas no pueden perdérselos para no quedar desfasados y, por qué no, para ganar más dinero. Pero, ¿hasta qué punto es lícito aprovecharse de días que nada tienen que ver con la comida, como sí es el caso de la ‘Castanyada’ o de Pascua?

Se quiera o no, es evidente que nuestra vida social gira en torno a la comida: los cumpleaños no lo son del todo si no se soplan las velas del pastel; una boda no se entendería sin el banquete ni la fiesta posterior; en Navidad, los polvorones y los turrones llenan las mesas de todos los españoles, mientras que en Pascua quien más quien menos acaba comiendo torrijas o monas. Así pues, es de entender que a lo largo de los años, las mentes capitalistas de los empresarios hayan querido aprovechar cualquier otra oportunidad en la que se preste la celebración y, en consecuencia, el comer.

Motivaciones diferentes

Los supermercados también se han sumado a la moda de aprovechar cualquier ocasión para vender, muchas veces productos reutilizados. De hecho, es la fórmula perfecta para reutilizar en Sant Jordi los corazones que no se vendieron en San Valentín o en Carnaval, las brujas que quedaron de Halloween.

Sin embargo, debo reconocer que, sobre todo en establecimientos de toda la vida, locales, es importante dar apoyo a iniciativas que van más allá del dinero y que, en muchas ocasiones, son el plus que necesitan para subsistir durante el resto del año. Por ejemplo, en la Pastisseria Villaró  (Castellar del Vallès) explican que son una pastelería muy tradicional y de costumbres, por lo que “la celebración de un día tan importante y especial para la cultura catalana no puede faltar”. Mireia Olmos, responsable de Comunicación de esta pastelería, también comenta que celebran otras festividades como la Fiesta Mayor de la localidad o la Diada de Cataluña. 

dulces de pastelería
Dulces de Sant Jordi de la Pastisseria Villaró. Fuente: Mireia Olmos

En la Pastisseria Villaró, no obstante, no hicieron ninguna elaboración especial para el 23 de abril sino que transformaron productos que ya venden a diario con pequeños detalles: a los croissants típicos de mantequilla les añadieron el color rojo, el pastel Massini lo convirtieron en un libro, y al resto de dulces les pusieron una placa de chocolate donde deseaban un feliz Sant Jordi.

Otro buen ejemplo es el de Fran Pastisseria (Barberà del Vallès), cuyo dueño afirma que intenta que todas las fiestas tengan no solo una connotación comercial, sino algo más especial. Considera que “lo que se hace comercial acaba no comprándose, pero cuando se hace con una segunda intención, llega directamente y se acaba recordando”. Desde su apertura en febrero de 2021, ha celebrado días especiales como el Día de la Mujer, el Día del Padre o, como no, Sant Jordi. Para él, es la forma de reivindicar los días especiales, no únicamente con el dulce: a través de Instagram, acompaña cada foto o vídeo con una historia que suele implicar al recuerdo y a las personas.


En busca de responsabilidad

Con todo esto, queda reflejado que el aprovechar o no tradiciones como Sant Jordi en los negocios, sobre todo en gastronomía, está condicionado por su trasfondo. Un supermercado donde la personalización es mínima y el capitalismo es máximo, no tendría por qué entrometerse y quitar clientes a las pastelerías que lo hacen por amor a la tradición, ya que los precios ajustados de unos no son comparables a la calidad de los otros.

Aunque, por desgracia, en Sant Jordi los pasteleros no son los únicos que sufren las consecuencias del intrusismo laboral. Según datos de este 2024, las pérdidas previstas de las floristerías por la gran cantidad de permisos que se han concedido para vender rosas es de diez millones de euros. Por lo tanto, para evitar la desaparición del comercio local, hace falta regulación, a la vez que responsabilidad ciudadana. En pleno siglo XXI, nos alardeamos de ser una sociedad de valores, pero a la hora de la verdad no sabemos beneficiar a quienes realmente lo necesitan.

Judit Guerrero Andiñach

Estudio el doble grado en Periodismo con Publicidad y RRPP en la Universitat Abat Oliba CEU. Mis mayores pasiones son la gastronomía y viajar, las cuales disfruto compaginando para descubrir nuevas culturas y tradiciones. Soy entusiasta y activa, dos cualidades que me ayudan a alcanzar los retos que me propongo.