Hace más de 6 años llegó a España el VAR, una herramienta que tenía el objetivo de reducir los errores arbitrales e impartir mayor justicia. Sin embargo, el resultado actual está muy lejos de ser el esperado. Lo que debía ser un instrumento de ayuda para los árbitros se está convirtiendo en todo lo contrario, provocando que se rearbitren acciones que van totalmente en contra del motivo por el que se implementó el sistema de revisión y que terminan en decisiones muy difíciles de entender.
El VAR se introdujo en 2018 para intervenir en jugadas en las que se hubiera producido un error “claro, obvio y manifiesto”. No obstante, en cada jornada de LaLiga vemos como actúa en acciones que están muy lejos de ser un fallo de tales magnitudes. Un claro ejemplo de este uso incorrecto lo tuvimos en el partido del pasado sábado entre Valladolid y Celta de Vigo. Encuentro en el que colegiado García Verdura decidió señalar un penalti incomprensible a favor del equipo gallego por una mano dentro del área de Javi Sánchez.
La pérdida de autoridad del árbitro
Un auténtico despropósito, ya que el defensa vallisoletano tocó el balón con la mano de forma involuntaria y tras venir de un rebote procedente de su propio pecho. Esta fue la primera interpretación del árbitro, que determinó no decretar la pena máxima. Hasta que la Sala VOR decidió llamarle para que revisase una acción que no se trataba de un error “claro, obvio y manifiesto”. Y este es el gran problema del VAR, ya que desde la Sala VOR se interviene en jugadas que no merecen ningún tipo de intervención y que “obligan” al árbitro a cambiar su decisión.
Porque muy pocos colegiados se atreven a mantener su resolución inicial. El hecho de que un compañero les diga que, según su criterio, han cometido un error, provoca que muchos de ellos acaben modificando su resolución inicial. Esto es una pésima noticia para el arbitraje, porque los que toman las decisiones finales son las personas que están en la Sala VOR y no el árbitro del encuentro, quien, enormemente influido, acaba determinando lo que le dicen sus compañeros y no lo que él ha visto desde el terreno de juego.
Una reforma necesaria del VAR
El VAR es una magnífica herramienta para evitar errores “claros, obvios y manifiestos”, que fue el motivo por el que se implementó en 2018. Los árbitros son humanos y cometen errores, siendo algunos de ellos evidentes que no dejan lugar a ninguna duda. Es por eso que la solución no pasa por eliminar el VAR, sino por acabar con la Sala VOR, que es la principal culpable de que se revisen acciones que no cumplen ningún requisito para ser revisadas, pero que por su afán de protagonismo acaban en decisiones incomprensibles.
La solución a este despropósito pasa por una reforma urgente del VAR a través de la implementación de ‘challenges’. Un sistema de revisión que ya se utiliza en otros deportes como el baloncesto, permitiendo a los propios equipos decidir qué jugadas quieren revisar. Con este método se conseguiría recuperar la autoridad de los árbitros, ya que serían los únicos que tomasen todas las decisiones sin la necesidad de intermediarios, que compliquen todo el proceso. Así se volvería al principio del VAR, que tenía que ser una herramienta de ayuda para el arbitraje, pero que se está volviendo en una máquina de problemas que no convence a nadie y que necesita cambios urgentes.