El inicio de este segundo mandato de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha estado marcado por la polémica. Figuras como Elon Musk le han dado una nueva identidad al Gobierno, que trata de reducir el tamaño del Estado para hacerlo más eficiente. Para eso, el despido de personal y el cierre de algunas organizaciones públicas han marcado la política de la Casa Blanca en estos pocos meses. Este es el caso de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). La institución fundada en 1961 por el expresidente John F. Kennedy nació con el objetivo de centralizar y proveer de forma organizada la ayuda internacional de Estados Unidos a países en vías de desarrollo a lo largo y a lo ancho del globo.
Funcionamiento USAID
Su reciente desmantelamiento significa un punto de inflexión, tal vez, desapercibido pero, sin duda, profundo en la política exterior estadounidense hacia Latinoamérica. “USAID fue y será la joya del Gobierno Federal de Estados Unidos. Era su cara y corazón para estar presente en los lugares más difíciles del mundo”, asegura Mileydi Guilarte, quien fuera la administradora adjunta de la agencia para América Latina y Caribe durante el gobierno de Joe Biden (2020-2024). El repentino repliegue de su histórico compromiso con el desarrollo de la región no solo deja numerosos proyectos sin terminar, sino que también supone un vacío geopolítico clave. Sobre todo, en un momento en el que su principal rival, China, busca seguir expandiendo su influencia.
Con presencia en más de 100 países del mundo, los proyectos apoyados por USAID abarcan desde salud, alimentación, educación y agricultura hasta prevención de violencia, cambio climático y democracia. Guilarte considera que la política exterior del país se lleva a cabo a partir de 3 ejes: defensa, diplomacia y desarrollo. La decisión de desmantelar la agencia, por lo tanto, “decapitó el pilar de desarrollo y dejó un vacío extremadamente difícil de llenar”.

La exfuncionaria explica que los fondos de USAID requerían de la aprobación de la Cámara de Representantes. El 80% de estos estaban destinados sobre todo a las áreas de salud y alimentación. Asimismo, las ayudas internacionales administradas y provistas por USAID no llegaban a alcanzar el 1% del presupuesto del Gobierno federal. Para Guilarte, esto hace aún más incomprensible su desmantelamiento: “Estamos yendo camino de una autocracia de Trump. Esta decisión fue una señal de que se puede hacer lo mismo con otros departamentos”.
Consecuencias para la región
USAID ha sido, no obstante, muy señalada durante el último tiempo, sobre todo, por el nuevo gobierno de Trump. Una de las críticas más recurrentes pasa por la idea de que estas ayudas han terminado creando una dependencia de las organizaciones beneficiarias con Estados Unidos. En consecuencia, la nueva Administración Trump ha decidido trasladar la actividad de la agencia al Departamento de Estado. Para Francisco Santos, periodista y exvicepresidente de Colombia (2002-2010), “el desmantelamiento de USAID está eliminando una gran cantidad de gasto innecesario”. Además, es partidario de que las ayudas para el desarrollo “no sirven para nada, porque son cortoplacistas”.
En contraste, Guilarte asegura que en los últimos 20 años la USAID se ha enfocado en crear sostenibilidad y realizar un mayor control de sus ayudas y programas mediante la rendición de cuentas. Además, no confía en que una reorganización bajo el manto de Departamento de Estado vaya a garantizar eficiencia. “Es imposible responder en estos términos a todas las crisis humanitarias”, sostiene la exadministradora adjunta.

Ejemplos concretos
Caritas Internacional es uno de los casos más claros de la nueva realidad que atraviesan muchas organizaciones. Desde la llegada del nuevo gobierno estadounidense se han visto obligadas a priorizar estratégicamente las emergencias que deben atender, ante la repentina falta de fondos. “En febrero (antes del desmantelamiento) Caritas hizo un preocupante llamado advirtiendo los peligros de un hipotético desmantelamiento de la agencia”, cuenta Guilarte. La mitad del presupuesto con el que contaba la ONG provenía de USAID.
Sin embargo, también existen organizaciones en la región que, a pesar de haberse visto afectadas por el desmantelamiento de USAID, tienen la capacidad de reinventarse y seguir operando. Este es el caso de La Factoría Ciudadana (LFC), fundada (2017) y dirigida por Jaime Zablah, que se dedica a dar trabajo y reinsertar en la sociedad a las personas previamente involucradas en violencia. En este caso, la LFC se financia gracias a la contribución de múltiples actores.

La propia USAID se comprometió en 2024 a aportar 3 millones de dólares durante los próximos 3 años, con la posibilidad de prolongar esta ayuda por 2 más, siempre que se cumplan los objetivos planteados. El desmantelamiento de la agencia ha forzado a la LFC a buscar nuevas vías de financiamiento en el sector privado. Es aquí cuando el papel de Zablah cobra una vital importancia al ser, también, vicepresidente de una empresa americana de ‘fundraising’ y cónsul honorario de Pakistán en El Salvador. “Esto me permite abrir puertas a través de la diplomacia y el mundo empresarial para apoyar a LFC”, subraya el fundador y CEO.
Rol de China
El cierre de USAID no sólo significa una retirada de Estados Unidos en términos de compromiso y solidaridad, sino también en términos geopolíticos. La Guerra Fría de hoy se disputa entre las dos mayores potencias económicas del mundo: Estados Unidos y China. De esta manera, el desmantelamiento de USAID podría convertirse en una alfombra roja para que China siga expandiendo su influencia en la región y en el resto de países en los que operaba la agencia. Guilarte no tiene duda de ello: “El reciente viaje de Xi Jinping al sudeste asiático, que no visitaba hace 10 años, tenía un claro mensaje: ‘Somos un mejor socio que Trump’”. Está convencida de que lo mismo aplica para Latinoamérica.
Sin embargo, Santos discrepa. Para él, “China” y “solidaridad” son términos que no van de la mano. “China cobra todo. No regala dinero a nadie, nunca”, dice. Cabe aclarar que si bien el gigante asiático es el principal socio comercial de la gran mayoría de los países de la región, esto no incluye precisamente ayudas internacionales para el desarrollo.
Frente a esta disyuntiva, no son pocas las organizaciones que, ante la ausencia de los fondos que anteriormente proporcionaba USAID, están considerando acercarse a China. Incluso Zablah reconoce haber considerado esta posibilidad. Pero, también entiende que “aceptar la mano de China, implica meterse en un tema político”. Por esto y por una cuestión de cercanía, sigue prefiriendo ser aliado de Estados Unidos. “Va a salir ganando aquella organización que, envés de demandar al gobierno americano, sepa adaptarse a las nuevas reglas de juego de Estados Unidos”, afirma.
Potencial de la UE
Precisamente de esta situación podría tomar partido, ni más ni menos, la Unión Europea, teniendo en cuenta los lazos históricos de países como España con la región. “España solía tener un papel importantísimo en Latinoamérica en los años 90 y principios de los 2000. Hoy, este lugar lo ocupa China”, manifiesta el exvicepresidente colombiano Santos. Este punto de vista también lo comparte Guilarte, quien está convencida de que “es una oportunidad única para que la UE se una y demuestre el poder que tiene”.
El desmantelamiento de USAID marca algo más que el fin de una identidad política de Estados Unidos. También acentúa una etapa de competencia estratégica en Latinoamérica. Frente al repliegue estadounidense, la región se encuentra ante un dilema histórico: mirar hacia nuevos socios o redefinir sus propias bases de desarrollo. Mientras China ya ha decidido que jugará su partido, la Unión Europea todavía puede recuperar el rol que algún día tuvo, si es que sabe actuar a tiempo.