Juan Francisco Jimenez JacintoPixar, 25 años de animación, es una de las exposiciones temporales que alberga actualmente CaixaForum. Hasta el 3 de mayo tiene uno la opción de acercarse a visitar la trayectoria de los estudios de animación Pixar, al regazo de Disney desde 2006. 26 Óscar y 7 Globos de Oro, se dice rápido.
La exposición muestra el talento y la imaginación arrolladores de los productores y de los dibujantes, muestra bocetos e ilustraciones, las horas de trabajo. Muestran una cara tal vez menos reconocida de estos creativos: la artística. Como afirma John Lesseter, director creativo de Pixar Animation Studios, “los ordenadores no crean la animación por ordenador, del mismo modo que el lápiz no crea la animación a lápiz. El que crea la animación por ordenador es el artista”.
Pixar es una gran máquina creadora, con la voluntad de materializar sueños. Materializar en el sentido más literal de la palabra: dotan de plasticidad a los personajes y hacen táctiles las historias. Uno puede notar la rugosidad de Nemo y lo suave del pelaje de Sullivan en Monstruos S.A. Todas las películas de Pixar ponen a trabajar a nuestros sentidos ipso facto.
Y ponen sobre la mesa, desde el candor, las grandes cuestiones de la vida: el punto de encuentro/conflicto entre pasado y futuro (encarnados en Woody y Buzz, Toy Story); el abandono de lo inútil por obsoleto (¿y si pensamos que Wall-E es un humano?); o la vida tras la muerte de quien fue la mitad de tu alma (Up), entre otros. Nos meten en la piel de esas creaciones, nos hacen sentir lo que ellos. Nos sentimos partícipes de cada una de las emociones y de los gestos. Somos nosotros quienes colocamos una y mil veces la corbata de Carl o acariciamos a Sulli.
Con sus películas, Pixar ha logrado que los niños puedan ser niños y que los adultos puedan ser los niños que, a veces, recuerdan con nostalgia. Eso es: Pixar nos hace a todos valorar lo maravilloso que es volver a ser niño. Aquí uno de sus mejores cortometrajes como prueba:
