Casos Berezovski y Litvinenko

La huella de Putin

Reino Unido investiga desde 2018 las ocho víctimas en suelo británico de dos historias de espionaje relacionadas con el Kremlin

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, en Armenia (2019)
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, en Armenia (2019) / Shutterstock – Asatur Yesayants
Patti Elias Patti Elias

Las víctimas vinculadas al Gobierno ruso en suelo británico de los casos Berezovski y Litvinenko son las huellas de una de las páginas más negras desde el ascenso de Vladimir Putin a la presidencia de Rusia en el año 2000, y que se inserta en la constante advertencia de la oposición política y los países de Occidente de toda una retahíla de crímenes políticos estrechamente relacionados con el Kremlin.

En marzo de 2018, el Gobierno de la primera ministra del Reino Unido Theresa May abrió una investigación sobre la muerte de 14 personas conectadas con Rusia. Todas habían tenido lugar en suelo británico durante los últimos 15 años. Las circunstancias sospechosas en las que habían sucedido estas muertes, algunas cronológicamente cercanas y con causas similares, las situaron en el punto de mira de la policía inglesa.

De entre estas investigaciones, están los casos de Berezovski y Aleksandr Litvinenko. Dos ciudadanos rusos, adversarios declarados de Putin y exiliados en Reino Unido. Alrededor de ellos se estructura una serie presuntamente interconectada de defunciones, que incluye ciudadanos británicos y exiliados políticos con los que estos tuvieron algún tipo de nexo.

Ocho muertes vinculadas con Vladimir Putin

Berezovski, un oligarca expatriado

Borís Berezovski fue un poderoso oligarca y magnate del ORT, la Televisión Pública Rusa. Su influencia fue notoria durante el mandato del expresidente Borís Yeltsin, tiempo en el que ocupó el cargo de vicesecretario del Consejo de Seguridad de Rusia y tomó parte en la guerra de Chechenia. Más tarde participó en la fundación de Rusia Unida, el partido que llevaría a Putin a la victoria. Pero tras la llegada de Putin a la presidencia, se hizo factible la promesa de cercenar la actividad de los oligopolios. Con ello, Berezovski perdió el dominio sobre la ORT, y pasó a ser un opositor directo del Kremlin.

Las opacas actividades económicas de Berezovski lo situaron en el punto de mira de las autoridades rusas. Entre acusaciones de fraude público, Berezovski se autoexilió a Reino Unido. Desde allí continuó con sus negocios, entre los que se incluía la financiación de una campaña de desprestigio hacia el gobierno de Putin. En Londres conoció a su principal socio comercial, Badri Patarkatsishvili. Este fue una pieza clave en el polémico Acuerdo de Devonia, una transacción de 1.300 millones de dólares entre Berezovski y Roman Abramovich, empresario ruso muy afín al régimen de Putin.

Patarkatsishvili fue el primero de una serie de sospechosas defunciones. Murió en su domicilio en 2008 por un ataque cardíaco. La policía calificó el incidente de “sospechoso”; sin embargo, todo terminó siendo aparcado por la falta de más pruebas. A este le siguieron Paul Castle (2010) y Robbie Curtis (2012), socios de Berezovski en Londres. Ambos encontraron su final arrojándose a las vías del metro. Los tres fallecidos habían reportado, al menos a su entorno más cercano, el conocimiento de estar siendo perseguidos.

En 2013, y tras sobrevivir a algunos intentos de asesinato, Berezovski falleció. En ese entonces sus negocios se habían resentido y las implicaciones del Acuerdo de Devonia habían ahondado su situación de bancarrota. Berezovski se encontraba sumido en una depresión. La policía lo encontró ahorcado en su bañera con un pañuelo de cachemira. El caso se cerró como un suicidio, a pesar de que un forense señalara que las marcas en su cuello no eran características de un ahorcamiento. En 2014 fallecía otro de sus socios, Scot Young, quien se había tirado por la ventana de su ático. Young también había informado a Scotland Yard de que los servicios secretos rusos le perseguían.

Litvinenko y el peligro de la deserción

Aleksandr Litvinenko fue un agente del KGB especializado en el crimen organizado. Acusó de corrupción a sus compañeros del servicio secreto ruso, y tras ser encarcelado varias veces buscó asilo en Reino Unido. Litvinenko trabajó entonces para los servicios de inteligencia británica del M16, investigando los vínculos de la mafia rusa con España. Se desarrolló como periodista y denunció las actividades terroristas que el KGB había llevado a cabo en beneficio de Putin.

En 2006, Litvinenko fue hospitalizado con vómitos y síntomas de debilitamiento. Días antes del ingreso, el exagente se había reunido con dos antiguos colegas del KGB, Andrei Lugovoi y Dmitry Kovtun, en el hotel Millenium de Londres. Sin saberlo, había sido envenenado por una taza de té que contenía polonio-210, un componente vital de las primeras bombas nucleares. Murió 23 días después de su hospitalización. Tanto la investigación oficial de Reino Unido como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) estimaron que Rusia fue “responsable” del crimen de Litvinenko. A pesar de ello, Putin siempre negó cualquier implicación en el caso.

Un año después de la muerte de Litvinenko, falleció el periodista de ‘The Times’ Daniel McGrory. Sufrió una hemorragia repentina días antes de la emisión de un documental en el que había participado investigando la muerte del exagente. No se encontraron indicios de crimen. Matthew Puncher, el científico que había medido la dosis de polonio radiactivo en Litvinenko, murió en 2016. La policía lo encontró en su domicilio con numerosas heridas causadas por un arma blanca. El médico forense dictaminó que se había apuñalado a sí mismo con dos cuchillos.

Patti Elias

Estudiante de Periodismo y Ciencias Políticas. Ha colaborado con la revista El Llobregat y l'Estaca de l'Hospitalet.