En marzo de 2020 comenzó un periodo que parecía no acabar nunca y fuimos sobre todo nosotros, los jóvenes los que vivimos un mayor impacto psicológico. Medidas sanitarias, obligación de mascarilla, distanciamiento social, prohibición de salir a la calle y otras restricciones, aparecieron de golpe junto a una incertidumbre prolongada. De un día para el otro se limitó nuestra libertad por el bien de la salud de toda la población, en un contexto de urgencia, lo cual supuso una extrema precaución y cautela para evitar propagar el virus.
Tras largos meses encerrados en casa, a los adolescentes, que comenzábamos estudios universitarios ese año, nos resultó difícil adaptarnos a esta nueva etapa en nuestras vidas. Tuvimos que enfrentarnos al reto de conocer gente nueva y crear grupos de amigos sin casi poder tener contacto. Había semanas que asistíamos de forma presencial a la universidad y otras en las que, tras el aumento de casos de Covid, teníamos que tomar clases ‘online’ desde casa.
Reacciones a la pandemia
La situación no nos permitía mantener una regularidad y continuidad, ya que en cortos períodos de tiempo cambiaban las normativas. A todo esto, se le agregaba la dificultad de concentración, ya que no es igual atender a clases en el aula que desde casa. A raíz de todos esos cambios de rutina y de ritmo de vida, muchos jóvenes fuimos desarrollando comportamientos y actitudes que nunca antes habíamos experimentado.
Tantas horas al día sin poder salir a la calle hacían que, por ejemplo, invirtiéramos tiempo excesivo en redes sociales, plataformas multimedia o videojuegos. Además, el no poder interactuar con nuestros amigos o familiares, hizo que nos cerráramos más en nosotros mismos. Esto dio pie a que surgieran inseguridades, inquietudes e incluso la pérdida de importantes vínculos que acostumbrábamos a tener con nuestro entorno cada día.
La salud mental empeora
Debido a todos estos factores, los problemas de salud mental aumentaron notablemente entre los más jóvenes. Se multiplicaron los casos de ansiedad, estrés, insomnio, depresión, sentimientos de soledad, problemas de autoestima o de alimentación, entre otros. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ansiedad y depresión aumentaron un 25% en jóvenes a nivel mundial desde que comenzó la pandemia.
Actualmente, los jóvenes tenemos la sensación de que no se ha llevado de la mejor manera la salud mental. Por un lado, nadie se esperaba que sucediera una emergencia sanitaria de tal calibre. Por otro lado, una vez transcurrido un tiempo, se han debido tomar más medidas para reducir el impacto psicológico en los más vulnerables.
Hay campos que se pueden mejorar para lograr reducir el impacto de la pandemia como la nutrición o la educación en cuanto a temas de salud mental, ya que son cuestiones complicadas y en varios casos difíciles de tratar. Deberíamos poner el foco en entender el problema, normalizarlo y ver la relevancia que tiene en las personas. Sin salud mental no hay bienestar, y lo principal es darnos cuenta de lo que hemos pasado, y lo que seguimos sufriendo algunos jóvenes actualmente.